Estoy recostado aquí, puedo ver claramente como la angustia se apodera de ti, y no es sorpresa. Alguna vez llegue a pensar que seríamos mejores amigos, que haríamos cosas inolvidables juntos pero no fue así, tu rareza tenía motivo y una finalidad muy distinta a eso que tanto imaginé.
Esa tarde me citaste en un bar poco conocido, no parecía sospechoso pues siempre hacíamos cosas diferentes, esa noche te noté extraño, estabas ansioso, parecía que habías tomado mucha cafeína durante la mañana, realmente lo creí así pero no lo fue. Después de unas cuantas cervezas salimos a casa, esa noche pedí permiso de quedarme en la tuya pues estaba aún más cerca que la mía, recuerdo que vivías solo pues tiempo atrás me contaste como tus padres te habían abandonado cuando apenas eras un niño. Llegamos al pórtico, sacaste la llave y diste vuelta a la perilla, un frío extraño recorrió toda mi piel, quizás esa fue la señal que nunca quise ver. Entramos, recuerdo vagamente como dejé mi chaqueta en la mesa de cristal que estaba en la entrada, me recosté en el sofá, tú estabas el mini bar justo a un costado de la cocina, me ofreciste un trago, lo bebí sin saber que ese sería el principio de mi muerte. Lo bebí, sinceramente no pude percatarme de lo que pasaba, terminé el trago y enseguida pedí otro, fue con él cuando mi cuerpo comenzó a fallar, recuerdo claramente como poco a poco fui perdiendo la fuerza, mis piernas no podían sostenerme y mis brazos me parecían muy pesados, te pregunté que es lo que estaba pasando y no respondiste. Después de unos minutos mi boca comenzó a fallar, quise articular palabras pero no pude, solamente vi como te paraste frente a mi, tu mirada estaba perdida, jamás había visto alguna así, parecía que el demonio se había apoderado de ti y estoy seguro de ello, el amigo que conocía no pudo haberlo hecho. Tomaste de la mesa de cristal un cuchillo pequeño, sentí claramente como fuiste cortando mi piel lentamente, intenté quitarte de mi y no pude, quise gritar pero lo único que podía hacer era llorar. Recuerdo tu rostro de satisfacción al ver brotar mi sangre, no podía creer que el chico, mi amigo estuviera disfrutando mi dolor. Después de divertirte con mi piel comenzaste a enterrar pequeños alfileres en mis manos recuerdo que para ese momento mis ojos estaban secos, únicamente sentí un calor distinto, el dolor había desaparecido pero tu maldad no, después de varias horas jugando con mi dolor decidiste terminar lo que habías empezado, recuerdo que tomaste mi cuerpo me llevaste a la bañera y me hundiste en ella, quise luchar pero no pude hacerlo, no pude llorar y no pude gritar. Esa noche no supe más de mi.
Hoy desperté aquí, estoy en la sala de tu hogar viendo como comienza una historia mas, ahora lo veo a él y sé lo que le va a suceder, pero no puedo advertirle, soy prisionero, no puedo hablarle, gritarle o tocarle, él no sabe que su "nuevo amigo" será su asesino.
J.Z.